miércoles, 23 de octubre de 2013

ESTIÉRCOL

Al bajar del metro, después de la concentración, he notado en el aire un profundo olor a estiércol. Es algo que a veces pasa (eso que tiene vivir en un pueblo de L'Horta Nord), pero no por ello resulta menos desagradable.

Según iba avanzando, me he dado cuenta que, un rato después, ya no notaba ningún olor extraño, lo cual no implicaba que ya no estuviera ahí... Es lo que tiene la tolerancia... Pasa igual con el olor del estiércol que con el recorte de derechos; cuando pasan unas semanas, unos meses o unos años, ya nadie se acuerda de la cantidad de mierda que tenemos alrededor...

Supongo que esta curiosa reflexión me ha venido a la cabeza hoy en concreto porque me doy cuenta de que vamos tolerando cada vez más recortes, más cargas y más cosas desagradables y seguimos adelante... 

Aún tenemos que escuchar que no estamos tan mal y que no podemos quejarnos. Sí, es cierto, podríamos estar peor, muchísimo peor, pero no nos olvidemos que no hace tanto estábamos bastante mejor. No entiendo por qué hemos de compararnos siempre con los que están peor y no luchar para que esos que están peor estén, como mínimo, igual que nosotros...

También cada vez estoy más convencida de que el bien común no existe. Lo que es bien para muchos es mal para unos pocos y si además, esos pocos tienen el poder, está claro hacia dónde se inclinará la balanza. Es difícil hacer como que se lucha por todos y tratar de cubrirse las espaldas porque al final, cuando haces eso, siempre dejas con el culo al aire a alguien...