viernes, 20 de junio de 2014

HOY

La infancia difícilmente te prepara para la vida adulta. 

Un niño pequeño no está preparado para procesar según qué cosas, así que los adultos tendemos a simplificárselas. Y como simplificar tiene bastantes inconvenientes, llegas a la vida adulta pensando que los buenos siempre ganan y triunfa la justicia cuando resulta que las cosas no son así. Un mal buen día creces y tomas conciencia de que si bien las consecuencias de tus travesuras o errores de la infancia solían ser en mayor o menor medida perdonadas o castigadas, los castigos que ofrece la vida adulta son bastante menos benevolentes por regla general, y que (por desgracia) el perdón está tan mal repartido que no suele llegarle a quien realmente lo merece.

Lo mires por donde lo mires, la infancia está tan protegida (teóricamente) como desprotegida una población que, maltratada y saqueada por sus gobernantes y coartada por las leyes que a diario se dictan según exige el guión represivo que los mercados escriben, clama una justicia que no suele obtener...

Hay guerras veladas, incruentas (por aquello de que no hay disparos y no se derrama sangre) en cada barrio, pueblo, empresa... Guerras frías, de esas que parece que no van a estallar nunca y que un día llegan a cobrarse varias decenas de puestos de trabajo o viviendas sin que nadie haga eco de ello. Pulsos mantenidos a diario, intentando luchar por Centros de trabajo, hogares o asociaciones. Hay mucha gente realizando acciones no violentas y reprimida por leyes injustas y sacadas de la manga, escritas a vuelapluma y sin pararse mucho a pensar en el odio inmenso que generan...

Ya no veo las noticias. Hace mucho que prácticamente sólo enciendo la televisión para poner series de ficción. Porque creo que la realidad la ha superado hace ya mucho tiempo...

Veo a diario a gente que deja de luchar, que ha llegado al punto de pensar que no hay nada que hacer, que hagan lo que hagan las cosas van a seguir igual... o peor. Que se aferra a puestos de trabajo sin casi derechos y haciendo todo lo que les dicen porque "al menos tienen trabajo"...

Y yo, con todo mi idealismo y mis (cada vez menos) energías, asisto impotente a ese triste espectáculo en el que los malos nos llevan mucha ventaja y los buenos, de tan buenos que son, parecen tontos...

Si queremos mantener al menos nuestra dignidad, hay que seguir peleando.