Qué difícil salirse de la rutina.
Hacer algo diferente de lo que habitualmente haces resulta una gesta titánica... Porque cuando intentas llevar a cabo alguna actividad nueva la adaptas a tu forma de ser habitual y acaba teniendo la esencia de tu forma de proceder. En todo lo que haces pones algo de ti mismo, y tú haces las cosas de una manera determinada.
Parece que con los años vamos perdiendo la capacidad de adaptación. A situaciones nuevas. A personas nuevas. A actividades nuevas. Y nos aferramos más al "diagrama de flujo", a los "protocolos de actuación para..." y la imaginación, la espontaneidad, la aventura, pasan a un segundo plano, o un tercero incluso para dar paso a la eficacia... Porque sobre todo y ante todo están las obligaciones. Las que uno contrae conscientemente y las que van apareciendo asociadas a las otras.
Pienso que la rutina en sí no es mala. Nos ayuda a organizarnos, nos aporta estabilidad y da sentido a lo que hacemos... O quizás simplemente sea una especie de piloto automático para poder seguir adelante.