jueves, 26 de febrero de 2009

VOCACIONES...

Recuerdo perfectamente el día... Salía de ver la cuarta película del día. Era el último día y me fui a escribir la crónica... Al día siguiente solo quedaba ya la clausura: un artículo más y Festival cerrado.

Había terminado la carrera un par de años antes y desde entonces había aparcado el tema en que ocupé cinco (intensos) años de estudio... sí, trabajaba por las tardes en el despacho, pero lo hacía como por inercia...

Algunos años antes, me había pelado mi primera clase en la facultad para irme a ver al cine Lágrimas Negras. Por aquel entonces, incluso aproveché algunos de aquellos créditos de "libre elección" para apuntarme a varios cursos de guión y crítica cinematográfica, compré durante más de cinco años la revista cinemanía (desde el nº 8 hasta el tropecientosmil) y la fotogramas (entre otras), devoré libros, películas y escribí cientos de críticas... ese mundo me fascinaba, me atraía y además se me daba bien...

Siempre quise contar historias, es algo que siempre he querido hacer... y que probablemente algún día haga...

Sin embargo, al salir de aquel festival, supe de algún modo que mi vida no estaba ahí. Fue mi último Festival, la última vez (hasta la fecha) que vi cuatro películas en versión original subtitulada en un solo día en el cine... Aquel día me di cuenta de que una vida equivale a una vocación, y que, aunque la crítica cinematográfica y la literatura me parecían un gran modo de vivir, debía elegir... y así fue como, poco a poco, el cine y la literatura se convirtieron en un hobby, y puse toda mi energía al servicio de mi carrera...

jueves, 19 de febrero de 2009

¡¡¡PRISA!!!


No hay nada peor que la prisa...

Porque dicen que el que mucho corre, pronto para... porque el tiempo no cunde más porque nosotros intentemos aumentar su velocidad... porque si se te escapa el metro, se te va a escapar igual aunque arrolles a todos los que tienes delante...

Para ir a trabajar viajo con una maleta. Una pequeña bolsa de viaje con ruedas, de color rojo cantoso, que se ve a kilómetros de distancia... sin embargo, no sé cuál es el extraño mecanismo que dota tan "vistoso" equipaje con el don de la invisibilidad cuando viajamos juntas en metro...

Mi pequeña maleta y yo salimos de casa a diferentes horas, todas igual de concurridas, según el día de la semana que sea. Entrar en el tren no resulta complicado: al fin y al cabo, quedan huequecillos para medio-colocarse más o menos "cómodamente"...

El problema llega a la hora de salir. La gente se pone muy nerviosa cuando tiene que bajar del metro en una estación en la que hacer el transbordo supone una odisea de dimensiones épicas...

Empezando por la masa compacta de personas que, al otro lado de la puerta, tapan todas las vías de escape... sí, comprendo que es claustrofóbico intentar abrirse paso sin ver luz al otro lado, pero vamos, está claro que si no nos dejan salir, no van a caber, con lo cual, podemos intentar salir mas-o-menos-ordenadamente... pero la gente opta por la estrategia "estampida", sálvese-quien -pueda o gilipollas-el-último... y claro, nadie quiere ser el último...

Ayer, intentando salir del metro con la mayor tranquilidad posible en medio de toda esa avalancha, un ser humano con más prisa de la habitual, se tragó mi maleta y me pegó un cabezazo tremendo... extrañado ante el obstáculo que le impedía avanzar, finalmente decidió bajar la vista y descubrió para su sorpresa, que, aparte de todas esas cabezas hiperactivas que pugnaban por salir primero del vagón, mi maleta también reclamaba su derecho a existir...

Si en lugar de eso, el ser humano en cuestión hubiera salido con tranquilidad, se habría ahorrado (y me habría ahorrado, de paso) un coscorrón estúpido y sin ningún sentido... al fin y al cabo no ganó ni un solo segundo y a mí me puso de bastante mala leche.

... Y lo peor es que no es la primera vez que me pasa...

miércoles, 11 de febrero de 2009

INVASIÓN BIBLIOGRÁFICA...

Lo reconozco: Me estoy pasando un poco...

Compro los libros a pares, qué digo a pares, a tríos... no, más bien a docenas... y luego no me da tiempo a leerlos todos, sino que los leo a párrafos seleccionados, mirando muy bien el índice para obtener, exactamente la información que busco...

Sin embargo eso no me impide comprar más libros... sí, lo he vuelto a hacer: esta mañana he entrado en la web de una librería especializada y he "adquirido" cuatro nuevos títulos (imprescindibles todos ellos) sobre importantes temas de educación infantil...

Si hoy hiciese una pila alta con todos los libros que llevo comprados desde que me embarqué en mi proyecto, fácilmente llegaría hasta el techo (si no más), y de todos ellos me he leído enteros sólo 3 ó 4... De otros no he leído más que la portada y la contraportada, incluso estoy convencida de que hay algunos de los que no recuerdo el título y (probablemente) ni sé que los tengo...

Y todo esto denota que estoy un poco abrumada, que me gustaría que, simplemente adquiriendo un volumen que hablara sobre un tema concreto, todo el conocimiento que contiene pasara automáticamente a mi cabeza... Lo cual es absolutamente imposible...

Espero que a lo largo de todo mi ejercicio profesional me dé tiempo a leerme tal cantidad de libros... Por lo pronto debería empezar por organizarlos de alguna manera para al menos ser capaz de encontrar los libros que ya tengo cuando necesito consultarlos...

miércoles, 4 de febrero de 2009

UNA NOVELA MENTAL


Cuando voy por la calle o en el metro y veo a personas desconocidas, me gusta jugar a adivinar sus vidas. Suelo inventarme sus nombres (hay gente que tiene cara de llamarse de determinada manera ¿no os parece?), y según la alegría o tristeza que se vea en sus rostros, les imagino una situación personal, un trabajo, una familia...

Desde mi punto de vista, la mayoría de la gente con la que te cruzas por la calle es normal, sin embargo, de vez en cuando ves a alguien que llama poderosamente tu atención...

Son ese tipo de personas las que te hacen crear una novela en tu cabeza. Destacan tanto, que todo el mundo las mira cuando entran en el vagón del tren, y les sigue con la mirada cuando se bajan, causando revuelo en ocasiones hasta en los transeúntes que se cruzan por la calle... a veces un simple uniforme unido a una expresión seria y concentrada, es suficiente...

El otro día alcé un rato la vista desde lo más profundo del libro que estoy leyendo y vi frente a mí, de pie, a un hombre muy alto (daba la impresión de rondar los dos metros). Eso de por sí ya sería suficientemente llamativo, pero es que, además, iba vestido de uniforme. No supe identificar de qué era el uniforme (no entiendo de ese tema ¿Qué le vamos a hacer?), pero decidí que era piloto de líneas aéreas. Tenía el gesto serio y la mirada perdida, como si estuviera cansado y pensando en sus cosas (Yo decidí que quizás tuviera algo que ver con el jet-lag). Llevaba una maleta con ruedas que parecía sacada de una película: estaba llena de pegatinas en diferentes idiomas, en las que se leían nombres de ciudades, banderas de países diferentes... y yo imaginé que el piloto, tras un largo vuelo desde cualquier parte del mundo, volvía por fin a casa. No fui capaz de decidir su nombre. Las personas con ese porte habitualmente no se llaman Paco o Pepe... pero decidí que cuando llegara a su casa, iba a tener algún tipo de sorpresa... que tampoco fui capaz de dilucidar si sería buena o mala...

Obviamente, ya no pude concentrarme en la lectura. El piloto no era guapo, ni siquiera me resultaba atractivo, simplemente era un personaje de novela, más que una persona de las que te encuentras por la calle... y casualmente, vive en frente de mi casa.